Tal vez por vergüenza ya no mire tanto al cielo.
Las nubes ya no me inspiran ninguna carabela.
Mirar al cielo hace mucho dejó de interesarme.
Pues ya no reconozco la forma de las nubes.
De vez en cuando la perfecta luna blanca
Se me incrusta en el rabillo
Y me invita a que mire las estrellas.
Entonces yo le explico que soy grande,
Y que mi amor no está en el cielo;
Mi amor esta perdido aquí en la Tierra:
Por eso es que casi nunca miro las estrellas.
Mis ojos ya no miran más allá
De los dinteles de las puertas,
Por si acaso algún día yo con ella me cruzara,
Y así no pierda otra oportunidad de enamorarme,
Por estar buscando
Inmaculadas carabelas de algodones.
Allá lejos, donde el más alto de los hombres
Nunca llega...
Ni aún con la puntita de los dedos.
Siendo franco... Ustedes no imaginan
Cuánto a mí me gustaría recostarme
Sobre el impredecible césped de la plaza,
Y tener de compañero a un guardián escarabajo:
Si yo fuera diminuto pareciera un dinosaurio,
O una máquina futura, o una bestia abominable...
Que nada más vi en mis pesadillas.
Ustedes no imaginan cómo a mí me gustaría
Recostarme en una plaza con los ojos en el cielo,
Y sentir cómo se pierden en mi última retina,
Legendarias carabelas blanquecinas;
Yo querría que expresivas lágrimas vivientes
Despidiesen a una repentina manada de caballos,
Que se adentraron de perfil en mis pupilas,
Y se esfumen poco a poco,
Sin que su paso indetectable deje huellas.
Yo quisiera que esta noche
Una gran luna anaranjada,
Pinte de púrpura las nubes camufladas
Que moran en el innominable cielo taciturno.
Y entre el negro espacio que el sol ha abandonado,
Se entrometiera una delgada nube inspiradora...
Y mi recuerdo la convertiría en la forma de tu cara.
¡Qué pena que ya no miro tanto al cielo!
Yo recuerdo cómo me gustaba
Ir a la plaza de mi barrio.
Apenas la mañana ilustraba las hamacas
Y las bancas centenarias,
Yo ya me sentaba hasta la tarde
En el arenero de mi plaza,
Y esperaba mucho tiempo
A ver formas en las nubes.
En ese tiempo adivinaba
En cada nube una figura.
Yo tenía la esperanza
De que mis trenes celestiales regresaran.
Y así Dios me señalara
Que todavía no me habían olvidado;
Pues volvieron de regreso a despedirse.
Ahora que la inesperada helada
Me ha hecho buscar refugios naturales,
Y en la desesperación suplico al cielo
Que ya no esconda a mis amigos los dragones,
He perdido esa paciencia
Que dibujaba sustantivos en las nubes.
Hoy que mis palabras
Se articulan sin la misma fe que hace diez años,
Y en la marcha del discurso,
Imponiendo su doctrina,
Viejos textos que he leído
Desearían que mi hablar
Fuese una copia de su teoría verosímil,
Miro hacia los cielos
Y mi corazón ya no quiere susurrarme
Que en las nubes hay figuras escondidas,
Pues se ha cansado mucho de insistirme,
Y que yo lo corresponda
Con soberbias desdeñosas.
Y temeroso de enfrentarte nuevamente,
Aún después de que ha pasado mucho tiempo,
Quizás entre las nubes encuentre
Algún recuerdo tuyo,
Y yo viva nuevamente...
Pues en tus ojos ha renacido muchas veces
El niño que se recostaba en la plaza de mi barrio,
Y en cada nube adivinaba una figura.
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