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15 de Abril, 2011    General

Ese búnker de madera color caoba


Extensiones

 

 

Hoy las hojas adultas de los arces muestran un tono más obscuro de verde, debido al nuevo nublado que –antes del alba- se entrometió en el cielo que abastece de luz a las tierras Sub-Tormesinas. Una infinita canción entristece aún más esta habitación nostálgica. Piano man entona la tinta de mi pluma para que toque la clásica pero trivial ópera de los corazones quebrados.

 

Otra vez releo tus irrecuperables líneas, redondeadas con la sutil presión de tus dedos delgados. Y en cada inspección pregunto a los Cielos si la calidad de mis escrituras estará a la altura de los ángeles. Así si en el paraíso hubiese una biblioteca, llegará una fecha en que mi arrebatada sangre recorrerá sus beáticas góndolas literarias. Y encontrará alli sembrado, a su espera, el volumen de un libro con una dedicatoria a vuestro nombre. Y aquello que no anote, hará llorar a mi niño por el dolor que causa la indiferencia espontánea.

 

Aunque no acepto del todo la impiadosa lejanía que me mata de a un pedazo cada minuto que despega, me calmo con este dulzor que pareciera un oportuno nepente envolviendo a mi corazón en un escudo de palabras mágicas, para que no lo atinen nunca los venenosos dardos de la impotencia que el paciente Funebrero pordigó sobre la raza humana.

 

Antes que las azuladas mareas engullan a quienes buscaban el exilio auxiliar, la necesidad de que me juzgaras como el mejor hombre de tu vida censuró el deslizamiento circular de mi bolígrafo, cuando mis manuscritas estuvieron a medio renglón de consolar nuestra distancia.

 

Como si me imaginara lo que pudiste haber sentido al escribirme, vislumbré sobre tu perfumado papel escolar el seductor calor de tu sexo desprejuiciado, que anhelando nuestra intimidad volcaba su furia secreta encima de las hojas. Como ayer, como cuando los accidentes estaban afuera de los planes del sino que fuimos destejiendo juntos, permanezco mirando tu identificada caligrafía sin articular palabra mental. Pero no forjé una oración o un verso que expresara, con específica cabalidad, el desbordamiento de mi melancolía por aquel jardín donde cultibamos, desde la adolescencia, a ese limonero, que nos hizo sentir más pacientes, bajo la osadía de aquellos cinco veranos. Pero qué más da, si aquellas incineradas intenciones que fabricaron mis sueños con mil bienvenidas, ocuparán en mi alma el sitio que le correspondería a cualquiera de tus presencias. Y al extenderse cada línea de este escrito –archivado en el profundo cajón de las materias salteadas- se funden mis versos con todo ese futuro onírico, únicamente tangible porque a toda hora escucho tus últimos alaridos que juntaron, en una sola garganta, la península europea con aquella mortal latitud. ¿Cuánto tiempo los habrá vacilado el Sufrimiento, antes que obligadamente pudieran cambiar de asientos?

 

A medida que las trágicas prosas del desamor se convierten en fulminantes dictadoras de nuestro hoy, vamos descubriendo aquellos secretos que Dios se negó antes a revelarnos, quién sabrá por qué, cuando nuestras conquistas eran motivo para sentirnos orgullosos.mientras toda la vida se sostenía en  la mesurada balanza del equilibrio. Es como si Su intención siempre hubiera sido prepararnos con el sufrimiento y el error, para el que futuro irrefutable que nos recaerá, supiera como una trivial hiel. Y qué mal me hizo saber que el Cerrajero ha escondido las puertas de tus contenedores abrazos tras el candado de la tierra prohibida. Qué mal saber ahora que, aunque fatigue ondulantes caminos largos, escudriñados tras una ventanilla cilíndrica, no te encontraré en la dirección que tanto cuidamos los dos.

 

La última vez que besé esa frente pura, el limonero ya curtía su inmóvil madurez. Tantas cosas me quedaron por deciros, vidas mías: el tiempo ya se ha desgastado mucho como para acumular más aefctos con un devoto gracias o un apasionado te amo. Irreparablemente, las jornadas futuras se han convertido en inaprovechados ayeres. La vida se desplazada de un lugar a otro, y sólo nos queda esa placa cenicienta de epitafios... firmadas con la triunfante punta de la guadaña de Hades.

 

Cuando era pequeño, el paso de los días y las noches se componía de muchos pensamientos que ahora son inmemorables. A menudo pensé en cómo sería tu cara, eso me permitía que las horas se apurasen un poco. Pero desde que tu último viaje no alcanzó ningún puerto, los pensamientos que en mi niñez pudieron dar lugar a príncipes valerosos y castillos decorados con muchas torres, ahora únicamente son visiones de los dos cuerpos que más quería. Y uno de ellos se quedó sin minutos de sobra, para intentar ser mi doble.  Ahora deploro tanto la velocidad como la lentitud. Por momentos siento que me he convertido en una máquina que sólo sirve para dar expresiones escritas de mi dolor. Subliminalmente mis textos se inspiran en la desgracia que yo no puedo curar... Y sólo en las misteriosas fibras emocionales de la creación hallan alguna consoladora razón de ser nuestras desgracias:

 

 

 

 

 

 

 

Ya van a ser cinco años sin tenerte.

En este tiempo mi corazón

Se ha vuelto un poco hipócrita.

 

En todo ese tiempo llenado de suplicas y rezos,

Nada gané en pedirle a Dios tu vuelta.

Sólo la repetida decepción de las mañanas sin tu cuerpo.

 

Ya van a hacer cinco años sin tenerte.

En ese tiempo aprendí a cortar

Mis pensamientos en mitades….

Porque tu fantasma aún los mata como una guillotina.

 

Ya han pasado cinco años sin tenerte.

Y aprendí que tu ausencia

Exagera los relatos de la angustia.

 

¡Ah, corazón!

Te maldigo cuando mi dolor

No se queda en esta hoja,

Y las promesas, teorías y leyendas,

Resultaron ser todas una mentira.

 

Ya van a cumplirse cinco años sin tenerte.

Y poco a poco entiendo

Que mi vida serán muchos mañanas

Esperando el milagro que me traiga tu noticia.

 

Ya van a ser cinco años sin tenerte.

En ese tiempo surqué muchos dolores.

Me pregunto cuántas ansias

Habrán pasado por el sexo de tu mente,

Mientras yo no hacía otra cosa que esperarte.

 

La fantasía de un futuro juntos

Fue la ingenua sombra que me acompañó

A todos los pueblos y ciudades.

Ya han pasado cinco años sin tenerte,

Y todavía no puedo evitar seguir deseando

Aquella boca en las mañanas.

 

 

 

Ya van a hacer cinco años de desearte.

En este tiempo mi corazón

Se ha vuelto un poco hipócrita.

Y ningún escrito rompe con este sentimiento.

Que pareciera un poderoso arrecife

Aguardando las olas del olvido.

 

Ya han pasado cinco años sin tenerte.

En todo ese tiempo mi corazón

Se ha vuelto un poco hipócrita.

En aquel tiempo de infinitos anhelos de tu sexo

Desayuné ilusiones cada día...

Y cada día exacerbaba mis anhelos.

 

Ya van a hacer cinco años sin tu cuerpo.

Ahora que te escribo finjo sonrisas y fortalezas a mi vida.

Pero mi única relación con las vigilias

Es el reproche de todo lo que no hice por orgullo.

 

 

Algunas mañanas, algunas tardes, algunas noches….

Podré dedicarte algunos versos, algunas prosas.

Y tu presencia se irá temporalmente,

Para regresar en un momento inesperado.

Igual que la noche se lleva la luz de los trigales,

Y al alba regresa sin sorpresas.

 

Ya están por ser cinco años sin tenerte,

En tanto tiempo mi corazón

 Se ha vuelto un poco hipócrita.

Y celebro día a día

La lenta ceremonia del olvido.

 

 

 

 

15 de Agosto

 

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02 de Abril, 2010    General

La Playa de Mi Vida (Huellas)











 

 

Antes de cumplir los veinte aniversarios,

Yo creía que en el mundo el amor era posible.

En ese entonces mi corazón se enamoraba

De todas las lecturas que leía:

Pues yo hace mucho tiempo

Creía que en los libros

Se encontraba la verdad que iba buscando.

 

Así una vez leí de un niño

Que venía de otro mundo;

Y me enojé con todo el que decía

Que a las rosas nunca había que escucharlas.

 

Leí también literaturas

Que a su tiempo me habían parecido,

Soberbias moralejas para el mundo en que vivía:

Yo sentía que sus mágicas sintaxis,

Me perdían en abismos submarinos

Y planetas fabulosos

Donde amanecía con dos soles

Y dos lunas cremita me acunaban

Cuando la luz se despedía

En su bipartida melancólica.

En la ardiente ruta de mis veinte aniversarios,

Yo me enamoraba de todos los poemas como este.

Pues hablaban de valores (que si ahora me fijase),

Yo diría que en un corazón cuerdo

No se habían inspirado.

 

Y entre todas las lecturas

Que he leído hasta esa época,

Leí también en una tarde

Sobre un hombre repasando

El recorrido por la playa de su vida:

 

Dos pares de huellas que iban juntas

Dejaban  evidencia

De que Dios le acompañaba

En sus momentos más felices.

 

Pero en sus horas de más pena,

Notó con decepción un solo par de huellas,

Emblema de la pura soledad indivisible,

A la hora en que Dios nos pone pruebas.

 

¿Por qué Señor – le preguntó – ,

Has andado al lado mío solamente en alegrías?

Y en cambio me has dejado caminar en solitario,

Por la playa de mi vida

Mientras te he necesitado con urgencia.

 

Pero Dios le consoló

Con Su marcial sabiduría,

Pidiendo que examine nuevamente

Las arenas de su vida:

 

Para poder seguir andando juntos

Por la Playa de tu Vida

En los momentos más difíciles

Verás un solo par de huellas

Que demuestran apatías,

Porque yo te llevé en brazos,

Para poder seguir

En un mañana andando juntos,

Codo a codo

Por el vado de tu vida.

 

 

 

 


¿Cuántos pares de huellas iré dejando

Por  la playa de mi vida?

Pues yo siento que a medida

Que mis pisadas dejan marcas

En las impredecibles y cambiantes

Costas de mi vida

La gran carga que yo arreo

Va borrando cada paso que se marca

Y en vez de un rastro va dejando

El desafiante surco que divide

En dos mitades

A la historia de mi vida.

 

 

Si a medida que camina

El Señor fuera conmigo dibujando

Una frontera que corta en dos mitades

A la playa de mi vida,

Al poco rato de haber empezado el recorrido

Yo le increparía con mi afiebrado ímpetu sobrante:

¿Por qué permites que los hombres

Respetemos tanto al malo

Y con el justo desquitemos nuestras iras?

 

 

 

 

 

 

 

 

Si el Señor fuera dejando

Sus colosales huellas al lado de las mías

(Mientras vamos codo a codo

Por la playa de mi vida),

Para en un mañana corregir a mis cuestiones,

Mostrando la evidencia

Que dejaron en la arena de mi vida

Dos pares de huellas en mis dichas

Y en mis tragedias sólo uno:

Pues yo en verdad desconfiaría…

Muchas veces enredaron mis razones

Las palabras de otros hombres.

Y desperté varado en una playa

Sin arenas, sin estrellas y sin mares.

 

Si el Señor caminase al lado mío

Por la playa de mi vida:

No me bastarían diez mil millas

Para reprocharle cuánto logro

Me ha quitado poco a poco

Utilizando las manos

De quienes yo una vez más quise.

Y al Señor le pediría que me explique

Por qué permite siempre

Que los hombres nos hagamos

Viejitos tan de golpe.

Y olvidemos por completo

Al niño que esperaba ansioso

La campana del recreo,

Para tener sueños un ratito

Bajo la quisquillosa sombra abanderada

Del patio del colegio.

 

Si el Señor dejara al lado de las mías

Sus certeras huellas imparciales

Mientras conmigo va midiendo

La distancia de la playa de mi vida,

Yo tendría en mis haberes un reproche:

E insistiría para que finalmente

(Él o alguien más me explique),

Por qué los hombres recordamos

Mucho más del otro los errores,

Y en cambio vivimos

Exagerando nuestro atino.

 

Y cuando ya se haya cumplido

La mitad del recorrido,

Y al volvernos vieran nuestro ojos

Una playa pisoteada que lavaron las mareas:

Le pediría que me explique

Por qué yo no he podido

Hacer algo más de lo que he hecho

Para que mis padres…

No se mueran de a poquito.

Si yo fuera capaz de mirar hacia adelante

Para ver futuras huellas en la playa de mi vida:

No me extrañaría para nada

Observar que en el perplejo día de mi muerte

Será el mío el único y triste par de huellas

Que atisbaré sobre la arena

Llevando el catafalco

Por el vado de mi vida.

 

Le diría que tantas injusticias y tanta indiferencia

Me hicieron preferir caminar en solitario.

Pues hasta la compañía del más Santo

Habrá finalmente rechazado

El último vestigio del orgullo que me queda.

 

Si en esta parte de la costa de mi vida

Dios me está llevando en brazos,

Para que a mí me resulte menos árido el camino:

Entonces le recordaría con voz firme

Que mis piernas se han acostumbrado

A caminar adoloridas,

Y aún pueden avanzar

Sobre el cañaveral y los pantanos.

Pero sí le rogaría con persuasiva disfonía

Que cortara con su mágica cizalla

Las cadenas que me atan

Al arreo que me hunde por las costas de mi vida.

 

Si yo hablase con Dios en un mañana

Que separan de esta fecha

Unos 20 ó 30 treinta aniversarios:

Yo dos cosas recordaría me ha dado

Para que mis fuerzas no se arredren

Si no todo es alegría:

 

La primera, le daría muchas gracias

Por haberme permitido

Ir andando solitario

En mis días de más pena.

Pues he aprendido a caminar entre penumbras

Cuando mi camino fue nublado por mis lágrimas.

 

 

 

 

Y finalmente, si algún día alguien me diera

La oportunidad de poder ver Sus rectos ojos,

Le agradecería en tantas veces

Como reproches yo haya hecho

El haberme permitido caminar al lado tuyo.

Y estar seguro que de ahora en más

Siempre veré cuando me vuelva

Dos pares de huellas yendo juntas...

 

 

 

Por la playa de mi vida.


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22 de Febrero, 2010    General

Los Grandes Rompecabezas

14 de Octubre del 2004

 

 

Hay muchos rompecabezas. El Armador elige siempre el que más le gusta, pero los más lindos son los más grandes.

 

Armar los más grandes lleva siempre mucho tiempo y esfuerzo. Al principio, el amador que elige los grandes sufre ansiedades por encontrar mitades que encajen. Y cuando logra la primer unión, fantasías sobre el segunda le restan tiempo a su vida. Y entonces lo enferma deseo de encontrarlas a todas.

 

El armador que elige los grandes renuncia a todo por terminarlo, porque de haber unidos dos mitades nace la ilusión de una Gran Pieza. A veces pasa tiempo antes de encontrar la siguiente. Pero eso no depende del armador, sino que las fichas se apilan en un orden dirigido por Dios.

 

El armador que elige los grandes nunca sabe dónde va a encontrar la siguiente pieza. Un día encuentra una y un día cualquiera, cuanto menos lo espera, se encuentra con otra. Casi seguro debe abandonarse a la suerte y a su destino. Pero cuando dos mitades se unen, el Armador se fortalece en las esperanzas. Y todo el presente cobra sentido.

 

Aunque tarde mucho, el Armador no se vence. Su ilusión de esta genial empresa posee todas sus horas, sus momentos... y sus soledades.

 

Encontrar las piezas que encajan depende mucho de la suerte. Y aquí algo curioso: Si el armador cae en la trampa de premeditar, la suerte se le rehúsa. Las piezas solamente se encuentran por amor hacia este el juego divino. Y aprender eso lleva tiempo. Se sabe de armadores que abandonan el rito de la búsqueda que corona de sentido a la vida, cuando ya se hace insoportable la locura que, poco a poco, va engendrando la amargura de los planes no concedidos por la Casualidad.

 

Las instrucciones de los grandes rompecabezas no se leen ninguna lengua humana. Sólo cuando se comienza a comprender que sí había Lecturas Divinas, el hombre se hace gran hombre. Y la suerte vuelve a su lado.

 

Algunos armadores han buscado por toda la Tierra un modelo que les ahorre prodigar horas y esfuerzo. Esto es por desear todo el tiempo ver la figura ya formada. Pero el armador que elige los grandes debe ir aprendiendo de sus propias lecciones. Entonces el Gran Rompecabezas los elige, como si hubiera estado esperando desde antes del tiempo a una persona digna de su belleza, exagerada por la complejidad. En realidad nuca se supo quién es elegido por quién. Quizás los dos hayan planeado enseñarle al mundo lo inútil de las planificaciones. O tal vez estén los dos destinados a una rueda de vidas donde uno deja de existir en la ausencia del otro.

 

El rito de los Grandes Rompecabezas se destaca por un detalle que no se ve en ningún otro lado: la relación entre los armadores y Dios. Quizás los Grandes Rompecabezas sean un sendero que ejercita la fe de los grandes corazones que se volvieron pequeños cuando el la realidad los domestico para la razón. El hecho es que los Grandes ennoblecen a las personas de grandes virtudes.

 

La espera de encontrar piezas que encajen es lo que hace tan valioso el momento del encuentro. Y la figura que escondía el Gran Rompecabezas empieza a dibujarse en la ilusión.  Algunas piezas estaban a la vista… ¡Y era tan fácil verlas! Pero lo inevitable es el fracaso que fortalece la experiencia. ¿Cómo será mi próximo rompecabezas? Llegando al final, el armador que elige los grandes halla su recompensa: Sabiduría y dignidad.

Pero mientras dura la aventura de un Gran Rompecabezas, el armador que elije los grandes nunca se para a pensar en la posibilidad de abandonar. Por que son Uno: el Gran Rompecabezas, la vida, Dios… y el armador. 


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10 de Febrero, 2010    General

Tic-Tac 3

H

aciendo un recuento, podría contarte algo de las lecturas que han ido acompañando a mis soledades.

 

El primer libro que disfruté fue a los ocho o nueve años. Se llamaba Tic-Tac 3. En su momento no me di cuenta, pero ahora que me das la oportunidad de hablar de esto, reconozco la cantidad de valores que vamos olvidando a través de los años. Y lo peor de todo es que esta verdad no me entristece tanto como para llorar. ¿Qué nos pasa en la vida que aquello que defendimos con tanta pasión nos importa menos al ir creciendo?

 

Tic-Tac 3 era nuestro libro de estudios en tercer grado. Desde el comienzo sin índices ni prólogos, relataba a veces en primera persona, a veces en tercera, las aventuras de un grupo de amigas y amigos, también de tercer grado, iguales a nosotros cuando salíamos de la primaria. ¡Era tan tierno! Todos los cuentos tenían ilustraciones de sus personajes, y no duraban más de una carilla.

 

Recuerdo muy bien la mañana que lo terminé. Había pescado yo una angina (no sé si real o fingida), y me quede en casa en vez de ir al colegio reposando en la cama de mis padres. En aquel tiempo no nos faltaba nada, pero no teníamos mucho. La tele pequeñita a blanco y negro era mi (como quien dice) eléctrica compañía. Y aunque funcionaba casi todos los días, de vez en vez me obligaba a otras distracciones un traicionero apagón de luz.

 

El caso es que ese día me acomodé sobre las almohadas y pensé en adelantar algo de mis tareas para que me sobren las tardes de ocio. Faltarían treinta hojas para el final de Tic-Tac 3, pero yo me propuse cinco capítulos y luego descansaría. Y entonces sucedió algo impredicho: Cuando cumplí mi meta, pensé que podría leer todavía más, tal vez otras cuatro o cinco hojas. Y cuando las acabé pensé leer otras más... y casi sin querer di vuelta la última hoja con lágrimas en los ojos. Haciendo un símil me pasa lo mismo con las canciones demasiado bonitas. Cuando acaba la ultima nota, uno se queda desilusionado, deseando que hubiera sido más larga.

 

Después de ese libro, he leído manuales de física, educación cívica, historia, caligrafía técnica... y otras literaturas de renombrados autores... pero mi segunda lectura por propia voluntad coincidió con mi primera visita al mar, más o menos un año antes del coma. "El joven Lennon". Nunca me voy a olvidar. La mirada de Lennon siempre me había impactado, esos anteojos perfectos, la nariz aguileña… y por supuesto el mito. Sin embargo aquel libro no era una cronología de su música. Hablaba de su tía (creo que Mary, o algo así), de su primer guitarra y su primer grupo: “The Quarry Man”, que hacía honor a su colegio, "The Quarry Higth School". De todo eso, lo que más me llegó, fue a mitad del libro más o menos, el accidente de su madre, justo cuando todo se orquestaba para que la relación fuese a mejores.

 

Ahora me acuerdo de algo muy gracioso.

 

Cuando desperté del coma y me quitaron aquella invencible traqueotomía, los médicos me hacían preguntas para evaluarme el entendimiento. Al principio me encantaban, porque eran muy simples: ¿En qué año naciste?, ¿cuando cumplís años?, ¿como te llamás?... ¿Te acordás que comiste al mediodía? Y yo respondía con mucho gusto. No sé si habrá sido el efecto de la anestesia lo que me hacía sentir tan feliz, pero cuando me preguntaron "¿Cómo se llama tu padre?", asocié enseguida con la vida de Lennon. "Mi padre nos abandonó cuando cumplí cinco años", fue mi respuesta para una sala llena de gente que me observaba. Entre ellos mi viejo, que se había quedado con migo todo el tiempo que me duró el inconsciente, leyéndome El Principito, con la esperanza de que lo estuviera escuchando. Con el paso del tiempo me di cuenta que ese libro cambiaría mi vida para siempre (Por el Color del Trigo).

 

Poco tiempo después del alta volví en silla de ruedas al hogar que no veía desde hacía tres meses. (Qué alegría me dio volver a ver a mis perros y la higuera del fondo).

 

Y así también, una tarde de esas asumí que debía dejar el fútbol, aunque debo confesar que todavía hoy albergo la esperanza de algún milagro sanador. Fue en ese momento que compensé mis corridas con el aprecio a los libros. Y así, sin muchas opciones más, pase lo años que siguieron al accidente recostado, moviéndome por la casa con un inmenso dolor, pero siempre acompañado por algún clásico literario. Al tomarme tan en serio la utilidad de los libros para mi post-operatorio, mi madre (siempre con sus atenciones), decidió regalarme un gran bibliorato. Cuando lo vi por primera vez lo supliqué por uno más chico, pero hasta este día le agradezco haberse hecho de contras.

 

Al principio me fue bastante difícil leer a Borges, entonces practiqué con otros autores, aspirando que con el hábito de la lectura simple, podría el día menos pensado leer "Historia de la Eternidad" o "El Aleph". Y así fue. Al poco tiempo ya devoraba autores reconocidos por el mundo entero. Así aprendía a ser lo más feliz que podía sin salir mucho de casa. Se me había hecho el mal hábito de subrayar a escuadra los pasajes que mas me gustaban, muy prolijamente. Y como si me fuera a servir de algo que no sea por vanidad, luego memorizaba los que más me habían impresionado. Recuerdo todavía los más sobresalientes: "Me satisface la derrota porque es un final y yo estoy muy cansado", o “A cualquier hora puedo jugar a estar dormido”, o “Reclute mercenarios duchos en la sangre que fueron los primeros en desertar”. Pero no le sirvieron mucho a mis expectativas. Y así una fecha cualquiera, me di cuenta que casi había llenado mi detractada biblioteca.

 

Pero te cuento algo curioso. Después de mi sexto Borges (El libro de Arena), ya no pude volver a leerlo con el mismo entusiasmo. Todavía no descubro el porqué. Y como si nada, en plena presencia de aquellos amigos tan íntimos, abandoné la lectura por tres años para arriesgarme a la vida buscando el amor.

 

Pero de todas aquellas filosofías incorporadas, no hubo una sola que me insinúe la fórmula para encontrar la mujer de mis sueños. Entonces, hacia fines del 2mil, me regalaron para mi cumpleaños un libro con la siguiente dedicatoria:

 

 

 

 

 

                              Hijo mío: Espero que leas este libro

                             y que te ayude aunque sea un poquito.   

 

8.8.2000

 

 

 

 

 

 

 

 

Y aunque en ese momento no les encontraba otra nómina que la de "pequeños milagros", empezaron a suceder en mis días y noches las asombrosas sincronicidades. Y claro que sí.... aquel trabajo de un mes que sanó las heridas de mi espíritu logro por añadidura el encuentro de uno de los amores más grandes de todo el mundo. Si hubiera sabido que se terminaría, probablemente hubiera sido mucho más misericordioso, como ella insistía en enseñarme.

 

 

 

 


 

La razón más probable por la que se obedece cuando uno es chico, es porque todavía no sabemos bien lo que vamos buscamos. Quizás por eso leamos lo más reconocido, dejando a un lado los conocimientos que nos hacen falta para alcanzar nuestros mejores sueños.  Y aunque me niegue a creer que fue en vano, cambiaría todo ese tiempo de volúmenes leídos, por alguien que me advirtiera lo que me costó tantas pérdidas aprender.

 

 

http://colordeltrigo.fullblog.com.ar/como-un-juego-de-ninos.html

 

 

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